lunes, 17 de marzo de 2008

Dos mujeres. Alaba

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Alaba

Cuando supe que sería madre vivía en Bilbao, trabajando y en 4º curso de carrera. Tenía muy claro que no quería seguir viviendo en una gran ciudad, quería ofrecerle a la niña que iba a nacer una infancia parecida a la que yo tuve. Recordaba mi infancia jugando en la calle, en verano hasta bastante tarde. Recordaba que desde la calle llamaba a amatxo: “Ama, la merienda”, y ella la echaba desde el balcón.

Pedí el traslado en el trabajo. Los compañeros me hicieron una bonita despedida. Mikel me dedicó estos versos; Carmen tocó el acordeon mientras los demás cantaban entre todos.
No me hice ninguna prueba para saber si era niño o niña, pero interiormente sabía que sería niña y solo teníamos elegido un nombre: LAIDA.
Laida: brote anual de vegetal.
Laida: playa, mar, agua... la fuerza del agua, incontrolable, libre... Todo ello recogido en el nombre; así quería que fuera mi niña.

Y Laida nació el 30 de septiembre de 1983. Han transcurrido 24 años, y durante todos ellos ha demostrado su fuerza, su personalidad.

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Era muy pequeñita; la carita redonda, los ojos oscuros, chatita, los dedos muy largos, muy largos... ¡preciosa! Hice una chaquetita para cuando naciera –la primera que hacía–. Mi sobrina, Ana, me decía sonriendo: “Le quedará grande”. ¡Qué razón tenía! No se la pudo poner hasta los siete meses.
Era muy mimosa. Al acostarla no le gustaba que la dejara sola en la cuna, lloraba sin parar. La cogía en brazos, la apoyaba contra mí y en un par de segundos estaba dormida. Le gustaba mucho el agua. Cuando la sacaba del baño lloraba. Era mimosa, curiosa, alegre, y disfrutaba balanceándose en el columpio. Teles, un compañero de trabajo, le dedicó esta poesía.
Un día de Santo Tomás la llevé a Donostia con la hija de una amiga. Querían comer txistorra. En la txosna pedí: “Una pequeñita para la niña”. Al oirlo, protestó: “Para mí grande, para mí txistorra grande”. Deseaba que fuera vegetariana como yo, pero me salió “todo terreno”: carne, chorizo, txistorra, jamon... era lo que más le gustaba y le gusta.

Con la andereño Belen aprendió el significado de “infinito”. A partir de entonces todo era infinito: “Amatxo, hoy comeré... infinito”, “dormiré infinito”.
-Amatxo, ¡te quiero infinito!
-¡Y yo te quiero hasta la luna!
-Pues yo, amatxo, hasta... ¡America!
-Yo te quiero más, –respondí– pues la luna está más lejos.
-No, amatxo, –me respondió muy seria– la luna se ve ahí y America no.

Siempre le he hablado como si hablara con una persona mayor. A veces me pedía cosas que no podía comprarle, eran caras para mis posibilidades, y le decía que no tenía dinero. “Amatxo, cómpralo, compra dinero, así ya tendrás”. Cuando le preguntaban que quería ser de mayor, respondía: “Yo quiero ser cajera de Eroski”. Hasta que supo que el dinero que manejaban las cajeras no era para ellas.

Un verano, tenía 14 años, me dijo:
-Amatxo, este verano voy a trabajar.
-¿Trabajar? ¿En qué?
-Pediré trabajo en los bares.
-¡Pero si eres muy joven, bihotza!
-En verano siempre necesitan gente; iré a preguntar.
Era mediodia; dejé que saliera a buscar trabajo; no sería yo quien le quitara la ilusión. ¿Qué hostelero le daría trabajo a una jovencita de 14 años?
Llegó la hora de comer y no había vuelto. Las tres de la tarde... sin aparecer. “Estará comiendo con su padre” pensé yo. Pero comprobé que no era así. Preocupada salí a buscarla por donde ella andaba con las amigas. Me encontré con una de ellas.
-Nahikari, ¿Has visto a Laida? Ha salido al mediodía y todavía no ha vuelto.
-¿Laida? Si, está trabajando, ¡está super contenta! La han cogido de prueba.
-¿Trabajando? ¿Dónde?
-En Txarpa, saldrá a las cinco.
Me tranquilicé y fui dónde estaba ella. Era el self-service que se encontraba al comienzo del espigón; y allí estaba mi niña: cansada, pero contenta. A partir de entonces ha trabajado casi todos los veranos. “Amatxo, así no tengo que pedirte dinero, yo también quiero ayudar”.

Cenábamos a las nueve de la noche. Llegó la hora de cenar y no estaba en casa. Las nueve, las nueve y media, las diez... y no aparecía. Estaba enfadadísima; ¡la haría picadillo! Al día siguiente tenía que levantarse temprano para ir al instituto; ¡dónde demontre estaba! Al rato, sentí que entraba en casa.
-¡Gabon, ama!
-¿Pero, pero se puede saber dónde has estado hasta ahora? ¡Estás no son horas de llegar a casa!
-Ama, no me riñas, vengo de los municipales.
-¿De los municipales? ¿Qué has hecho?
-He puesto una denuncia, ama.
-¿Una denuncia? ¿Qué denuncia? ¿Qué ha ocurrido?
Era un seis de octubre. Tenía 17 años recién cumplidos. El 30 de junio participó, por primera vez, en los San Marciales de Irun tocando el txilibito. Cuándo venía a casa, le agredió un chico, un jugador de rugby, en plena calle, en la calle San Pedro.

Y aquella agresión, fue el comienzo de más agresiones. Tres agresiones. Tres denuncias. Tres juicios. Sobre esto hablaré, detalladamente, en otra ocasión.
Laida tiene gran personalidad y siempre ha sido muy madura. Lo que mucha gente mayor de Hondarribia no hizo ante las agresiones, lo hizo ella cuando no era más que una adolescente: denunciarlas y hacer frente a l@s agresores. Al igual que la mar, no retrocederá, no permitirá que nadie le arrebate su espacio.
Si su abuela viviera, si su abuela la hubiera conocido, se habría sentido muy orgullosa de su nieta, tan orgullosa como me siento yo.

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3 comentarios:

  1. Kaixo Gotzone, que historia con cosas bonitas y cosas malas, me ha puesto la carne de gallina... yo tuve la oportunidad de conocer una vez a tu hija, te acuerdas??, fue una vez en Tafalla, no sé si eran ferias o algo. Me dio la impresión que Laida era madura, fuerte, alegre....!! y por lo que leo hoy en tu articulo es esto y mucho más.
    Un beso muy gordo, tu amiga Esther (Valdorba.Olleta)

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  2. Efectivamente fue por ferias, en el Azoka. No te he respondido porque no he entrado en el blog desde que publiqué lo de los graffitis. No me había enterado de tu comentario. No sabes la ilusión que me hace recibir alguno, y si son tuyos, todavía más. ¡Ya tengo ganas de verte y charlar un rato!

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  3. Zoragarria zure kontakizuna. Ederra benetan.
    Segi lan bikain honetan.

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